domingo, 27 de mayo de 2007


Os copio un artículo publicado hoy en “ Los Domingos de ABC” en relacion un libro publicado en relacion a los crímenes del Frente Popular durante la Guerra civil publicado “ El Terror Rojo en España” de Jose Javier Esparza. El artículo es muy revelador.

Guerra civil. Los crímenes del Frente Popular

"La zona de España gobernada por el Frente Popular vivirá un proceso de Terror político que terminará cobrándose 60.000 vidas. Primero será la caza del enemigo, con la coartada de la espontaneidad incontrolada de las masas. Las víctimas de esa caza, sin embargo, no son aleatorias ni fortuitas, sino muy concretas desde el punto de vista revolucionario. Son los «enemigos de clase»: religiosos de cualquier condición, políticos de la derecha, propietarios e industriales, militares sospechosos... Pero en muy poco tiempo, en un vértigo de sangre, la lista se amplía: ya no sólo los religiosos consagrados, sino también los ciudadanos de fe manifiesta; ya no sólo los políticos de la derecha, sino también sus votantes; ya no sólo los grandes propietarios, sino también el labrador, el comerciante, el profesional liberal; ya no sólo los militares de quienes pueda pensarse que simpatizan con el alzamiento, sino cualesquiera otros que se convierten en culpables simplemente por llevar uniforme. He aquí algunos ejemplos espigados de la obra «El Terror Rojo».

El Gobierno reparte armas entre la izquierda
«19 de julio de 1936, domingo: José Giral, recién nombrado presidente del Gobierno de la II República, autoriza el reparto de armas al pueblo. El «pueblo» son las milicias organizadas por los partidos del Frente Popular: socialistas, comunistas y anarquistas. Para obtener un fusil no se precisa más requisito que exhibir la documentación de un partido o sindicato de izquierdas o, incluso, manifestarse simplemente simpatizante. Miles de activistas políticos se encuentran así súbitamente dotados por el propio Gobierno de armas, es decir, de poder. El objetivo de la medida es defender a la República contra la sublevación militar que desde la tarde del 17 de julio viene extendiéndose, a partir de Melilla, por todo el territorio nacional. Las armas, en efecto, servirán para eso. Pero «defender la República», para los partidos de izquierda, equivale a desencadenar la revolución. Y junto a la revolución se desatará el Terror.

Matanza de oficiales de Marina
El general de artillería de la Armada Francisco Matz, subsecretario del Ministerio de Marina, asistido por el oficial de transmisiones Balboa, organiza desde el 15 de julio las comunicaciones por radiotelégrafo para que sólo sean conocidas por los marinos afectos al Frente Popular. ¿Lógica prevención ante un golpe de Estado? Sin duda. Pero ocurre que entre las instrucciones cursadas desde el Ministerio a los marinos figura aquella de que no pierdan de vista a sus jefes pues están «todos ellos complicados en la traición». La marinería, muy infiltrada por los partidos revolucionarios, se hace con el control de las naves y apresa a los mandos. En pocas semanas los oficiales de la Armada serán aniquilados. Alrededor del 50% de los oficiales de la Marina en zona republicana serán ejecutados por el Frente Popular a lo largo de la guerra, especialmente en Cartagena y Málaga (...) La cifra de oficiales de marina asesinados sólo en Cartagena a lo largo de la guerra asciende a 131 víctimas. El cómputo total de asesinatos asciende a 255 mandos del Cuerpo General de la Armada; la plantilla total, el 17 de julio, era de 721 personas. Matz será elevado al cargo de ministro de la Marina. Y el responsable directo de aquellas órdenes, Benjamín Balboa, oficial 3º del cuerpo de auxiliares de la Armada, será nombrado subsecretario de Marina.

Milicias para la represión, fusiles para «la caza»
En Madrid, tras la toma del Cuartel de la Montaña, los milicianos habían obtenido 100.000 fusiles: más fusiles que combatientes. Desde el día anterior funcionaban ya cinco unidades de milicias organizadas, pero ni los socialistas ni los anarquistas las movilizarán para el combate. Sólo las milicias comunistas estaban dedicadas al esfuerzo de guerra . De hecho, hasta el 27 de septiembre, ya caído Toledo, no se movilizará militarmente a las milicias socialistas y anarquistas. ¿Qué hacían hasta entonces? Dedicarse a la represión. Exactamente lo mismo está ocurriendo en Barcelona: en las columnas de mando anarquista que avanzan sobre Aragón militan 18.000 milicianos y 4.000 soldados regulares, pero en Cataluña los gubernamentales disponían de 100.000 fusiles. ¿Qué se hacía con los 78.000 fusiles que no fueron al frente? Matar «fascistas». Ha comenzado la caza.

Miles de asesinatos en trece días
Los milicianos, conscientes de su recién adquirido poder, intensifican la represión. El 25 de julio, en Morón de la Frontera (Sevilla), asesinan a 25 personas. El día siguiente los asesinados son 14 en la misma provincia, en la localidad de Utrera. En la primera semana de agosto morirán 128 personas en Jaén. Son sólo unos pocos ejemplos de la convulsión de muerte que llena el país. Según los datos de Martín Rubio, las víctimas del Terror rojo se cuentan por miles en los trece días que van desde el 18 de julio hasta el final del mes. Las cifras son escalofriantes. En Madrid son asesinadas 726 personas. En Aragón, 488. En Cataluña, 730. En las regiones de Levante, Murcia y Baleares, 467. En Andalucía, 478. En Extremadura, 67. En La Mancha, 409. En Asturias, 218. En Santander, 44. En el País Vasco, 79. Martín Rubio rescata de la Causa General el testimonio, sumamente ilustrativo, del médico forense del juzgado de instrucción de Gijón, distrito de Oriente, Honorio Manso Rodríguez: «Y así seguimos un día y otro día, encontrándonos al acudir todas las mañanas al depósito judicial con verdaderos montones de cadáveres (...) El día 14 de agosto con 91 cadáveres, el 21 de mismo mes con 142, el día 27 con 32, el 28 con 20, el 30 con 47, el 6 de septiembre con 25, y otros muchos días con cifras superiores a 10 cadáveres (...) Todavía no constituyen la totalidad de las personas asesinadas en Gijón, pues una tercera parte, o más, de los asesinados fueron arrojados al mar (...) Por último se dio orden terminante de que no fuesen conducidos más cadáveres al depósito judicial, sino que fuesen llevados directamente al cementerio.

Con cruel ensañamiento en los pueblos
A los pocos días de estallar la guerra, el general López Ochoa, convaleciente en un hospital militar, es secuestrado por los milicianos, fusilado y decapitado; los milicianos pasearán su cabeza clavada en una bayoneta por las calles de Madrid . En Motril (Granada), el 26 de julio, el sacerdote Manuel Martín Sierra es apresado y conminado por los milicianos a escupir sobre un crucifijo; como el cura se negó a hacerlo, le clavaron el crucifijo en los maxilares antes de asesinarlo. En Caspe (Zaragoza), el 27 de julio, fue apresado por los milicianos Antonio Guiu Giral; se le hizo caminar por las calles amarrado, descalzo y semidesnudo, hasta la casa de su madre, a la que se obligó a salir al balcón para ver cómo arrastraban a su hijo hasta el cementerio, donde fue fusilado. El obispo de Cuenca, Cruz Laplana Laguna, fue asesinado el 8 de agosto de 1936; su cadáver fue mutilado con un hacha y parcialmente calcinado. En Onteniente (Valencia), Rafael Alonso Gutiérrez, católico, fue detenido y llevado ante el comité revolucionario de Ayelo, donde se le sometió a diferentes torturas: fue enterrado vivo y le desollaron la espalda. Devuelto a Onteniente, fue fusilado el 11 de agosto (...) Los casos de ensañamiento salvaje serán relativamente numerosos en las áreas rurales, donde los comités de milicianos se han convertido en único poder."
TEXTO: JOSÉ JAVIER ESPARZA FOTO: DE SAN BERNARDO

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